martes, 26 de junio de 2007

Indígenas, la Triple Opresión y Discriminación



Mujeres. Net

Por Elsa Lever M.

Discriminadas y oprimidas por su sexo, etnia y clase, es la indignante situaciónde nuestras mujeres indígenas Situación además tolerada por muchos, ignorada por otros e incluso fomentada por los más, en un mundo clasista, etnocida y patriarcal.

La estudiosa del género y legisladora Marcela Lagarde apunta, en su obra Cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas (UNAM, 1990), que "las indígenas están sometidas a una triple opresión que se genera en tres formas de adscripción sociales y culturales, cada una de las cuales es opresiva; se trata de la opresión genérica, la opresión clasista y la opresión étnica".

Para esta autora, es opresión génerica "porque se trata de mujeres que, en un mundo patriarcal, comparten esta opresión con todas las mujeres"; también es clasista "porque las indígenas pertenecen en su mayoría, a las clases explotadas y comparten la opresión de clase con todos los explotados", y además es étnica, "y a ella están sometidas, como los hombres de sus grupos, por el sólo hecho de ser parte de las minorías étnicas".

Aun cuando los indios, campesinos, maestros y demás trabajadores también son oprimidos, la opresión étnica de las mujeres es diferente. La opresión que viven las indígenas, campesinas, maestras y las demás trabajadoras, difiere cualitativamente de la opresión clasista de los primeros porque ellas, además de ser indias, son mujeres.

Es decir, "por su condición de mujeres, las indígenas comparten elementos vitales con todas las mujeres, pero debido a su adscripción de clase y étnica los viven de manera distinta", explica Lagarde.

De entre los grupos sociales, las indígenas son uno de los más oprimidos, ya que son parte de tres grandes minorías: la de las mujeres, la de los indios y la de los trabajadres explotados. "El hecho de que sean definidas genérica y corporativamente como indias -nos dice la autora- sintetiza su opresión: su etnicidad diversa es subsumida en su definición política como minoría".

A esta idea se une Lourdes Arizpe en su artículo "Las campesinas y el silencio" (Revista Fem #29), quien advierte que, así entonces, "la mujer nahua no me habla en una lengua sutil y matizada, con una cultura compleja de hondas raíces históricas; me habla como 'india' y en tanto que tal, su lengua y su cultura no me importan, lo único que importa es su sumisión".

Y aun cuando con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional las mujeres indígenas zapatistas vinieron a desplazar el imaginario para dar paso a mujeres indígenas con voz tanto en lo privado como en lo público, pesa todavía el resto de la historia donde han sido invisibilizadas, incluso más que a las mujeres en general.

Lourdes Arizpe nos dice que "quizá sean las campesinas los seres a quienes la historia ha impuesto mayor silencio", que "siendo las suyas palabras de mujeres, no importan para la historia androcéntrica".

Al respecto, en 2001 la Comandanta Esther demostró que las mujeres indígenas tienen voz y pueden hacerla escuchar en los espacios públicos legítimos, como lo fue el 28 de marzo de ese año, en el Congreso de la Unión (he seleccionado algunas frases):

[...] Así que aquí estoy yo, una mujer indígena.
[...] Quienes no están ahora ya saben que se negaron a escuchar lo que una mujer indígena venía a decirles y se negaron a hablar para que yo los escuchara.
Mi nombre es Esther, pero eso no importa ahora.
Soy zapatista, pero eso tampoco importa en este momento.
Soy indígena y soy mujer, y eso es lo único que importa ahora.
[...] Así es el México que queremos los zaatistas.
Uno donde los indígenas seamos indígenas y mexicanos, uno donde el respeto a la diferencia se balancee con el respeto a lo que nos hace iguales.
Uno donde la diferencia no sea motivo de muerte, cárcel, persecución, burla, humillación, racismo.
[...] Ya no permitan que nadie ponga en vergüenza nuestra dignidad.
Se los pedimos como mujeres, como pobres, como indígenas y como zapatistas.
[...] Soy una mujer indígena y zapatista.
Por mi voz hablaron no sólo los cientos de miles de zapatistas del sureste mexicano.
También hablaron millones de indígenas de todo el país y la mayoría del pueblo mexicano.
Mi voz no faltó al respeto a nadie, pero tampoco vino a pedir limosnas.
Mi voz vino a pedir Justicia, Libertad y Democracia para los pueblos indios.
Mi voz demandó y demanda reconocimiento constitucional de nuestros Derechos y nuestra Cultura.

Sin embargo, en 2007, de las marginadas, todavía ellas son las más marginadas. Sus voces deben volver a ser escuchadas.

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