viernes, 28 de septiembre de 2007

Dos de octubre será sólo un recuerdo si seguimos dominados


2 de octubre no se olvida

Pedro Echeverría

1. En México se grita como consigna: “Dos de octubre no se olvida” para recordar aquel asesinato de estudiantes por el ejército al mando del gobierno, el dos de octubre de 1968 en Tlatelolco, Ciudad de México. La realidad es que aquella tarde, durante media hora llovieron balas a diestra y siniestra (como si fuera una guerra) contra los miles de estudiantes y trabajadores que nos manifestábamos en la Plaza de las Tres Culturas contra el gobierno represor encabezado por Díaz Ordaz. Al gobierno le importó un bledo que hayan niños y ancianos acompañando a los jóvenes; miles tuvimos que correr como locos entre los altos edificios, otros tirarse al piso para evitar que una bala los atravesara. Hoy aquellos jóvenes tienen más o menos 60 años y son pocos los que han conservado su rebeldía porque el Estado, siempre hábil, tuvo la capacidad de absorber a muchos y simplemente mediatizar a otros para que olviden aquella “rebeldía juvenil”.

2. Pero los movimientos, como el de 68, no se miden por los miles de jóvenes que “cambiaron de camisa” en la primera oportunidad o porque muchos de sus líderes diez años después, hayan comenzado a escalar cargos dentro de los diferentes gobiernos o partidos. Los movimientos sociales valen o trascienden por su participación y por su significado: el movimiento ferrocarrilero, la huelga médica, las protestas contra los fraudes electorales en 1988 y 2006, el levantamiento zapatista, las batallas de la CNTE, el gran movimiento de Oaxaca. Importa poco que los líderes al final se hayan vendido y traicionado o que puedan hacerlo en el futuro; lo importante es lo que el movimiento aporta o ayuda para el desarrollo de la conciencia de lucha de las masas. Y no puede ser de otra manera. La carrera no es de 100 metros planos, sino de 10 mil. Como el ejemplo de tren: unos suben otros bajan y otros continúan de acuerdo al camino escogido.

3. Es importante subrayar y recordar que el año de 1968 fue de rebeldía en todo el mundo, no solamente en México. Tampoco fue sólo 1968, sino toda la década de los sesenta fue liberadora. No solo fue la lucha política en las calles, en las plazas y las escuelas, también fue (sobre todo) la batalla cultural de los jóvenes y las mujeres por romper contra la sociedad tradicional autoritaria y opresiva de los gobiernos, los empresarios, el clero, la familia, la escuela y el partido. La década de los sesenta fue una revolución cultural y política en los EEUU, en Francia, Alemania, Checoslovaquia; tanto en el mundo capitalista como al interior del llamado bloque socialista. Y en esa revolución fueron los jóvenes (los de la etapa más revolucionaria y transformadora de la vida) los que comenzaron a echar abajo el pensamiento y comportamiento viejo y tradicional. ¡Viva los hipies, los Beatles y los Rolling, la sicodelia, el amor libre, la libertad!

4. Sartre y su existencialismo, el Che y su humanismo, China y su maoísmo, Bakunin y su anarquismo y el filósofo crítico Marcuse, se convirtieron en bandera de los jóvenes luchadores sociales de entonces. “Prohibido prohibir” significó la plena libertad que iba unida a la “conciencia de la necesidad” de Marx. Los que militábamos en partidos marxistas radicalizados y pasábamos de los 25 años hacíamos esfuerzos por entender a aquellos jóvenes que dejaban sus hogares para organizar sus comunas, que rompían con su trabajo y sus ingresos para laborar en colectividad, que luchaban contra el consumismo y gritaban que había que hacer el amor y no la guerra y que con su guitarra, su pintura, su folklorismo y su rock, pensaban que podrían derrotar el capitalismo hipócrita y destructor de la humanidad. Si bien los acontecimientos políticos fueron los más difundidos, la revolución cultural fue la transformación real. Seguir leyendo

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