miércoles, 31 de octubre de 2007

La amenaza imperialista permanente



Homar Garcés

Estados Unidos ha asumido una política abiertamente fascista y guerrerista en contra de los pueblos del mundo bajo la excusa de combatir el terrorismo internacional, a semejanza de lo hecho en el pasado cuando lo hacía en contra del comunismo internacional. A esta se han sumado sus aliados europeos y asiáticos, compartiendo iguales apetencias imperialistas al pretender someter a los países periféricos, en una versión de colonialismo como nunca antes existiera en la historia humana y que condena a la destrucción, al desmembramiento y al sometimiento más atroz a estos mismos países si desacataran la voz imperial.

Ahora alardea, por boca de su presidente George Walker Bush, con entablar una guerra contra Cuba, endureciendo más el bloqueo criminal que sostiene desde hace cuatro décadas contra la Isla, buscando así darle cumplimiento a la vieja aspiración de la clase gobernante estadounidense de acabar, de una buena vez, con su gobierno revolucionario. Una situación de guerra no disimulada que va en sintonía con las invasiones a naciones débiles militarmente como Afganistán e Irak, a las cuales acusara falsamente de ser refugios de terroristas islámicos y de producir armas de destrucción masiva para proceder impunemente al saqueo y control de sus principales recursos naturales (gas y petróleo) con el consentimiento no declarado del resto del mundo, en lo que constituye una violación descarada del Derecho Internacional y un grosero desconocimiento del papel de árbitro que debió cumplir la ONU. Con ello, el régimen de Estados Unidos no hace sino apropiarse del esquema belicista, imperialista e intervencionista (incluyendo su negativa a acatar las resoluciones que emita la ONU en su contra) aplicado desde su fundación por el Estado de Israel, en su propósito de ampliar indefinidamente sus fronteras a costa de sus vecinos árabes.

De ahí que, valido de un poderío militar sin aparente contrapeso a nivel mundial, el imperialismo gringo sea cada vez más audaz y prepotente en su ambición de disponer de un mayor dominio del mundo, haciendo realidad su planificado “nuevo siglo estadounidense”, piedra angular de su política exterior actual. Ello le vale considerarlo una amenaza permanente e irracional para la paz mundial y la autodeterminación de los pueblos, basándose en una visión exclusivista y unilateral del mundo que segrega y ataca a aquellos que no se someten a su arbitrio, recurriendo a todos los mecanismos políticos, diplomáticos, económicos y militares a su alcance, sin importar si sus consecuencias resultan mortales para niños y gente inocente, como se reporta casi clandestinamente desde aquellos lugares que han tenido la desgracia de ser blanco de la “atención” yanqui. Todo esto es respaldado amplia y sistemáticamente por una campaña de desinformación que reproducen las cadenas noticiosas en cada nación, facilitando la inserción del mensaje de Washington en las mentes de los ciudadanos a escala planetaria, conformando un eficaz lavado de cerebro que minimiza las reacciones y voces contestarias que pudieran producirse en cualquier latitud y momento. Seguir leyendo

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