2. Al gobierno de Alemán (1946/52) correspondió la construcción de la gigantesca y bellísima Ciudad Universitaria, inaugurada en 1952. Antes de esta fecha las escuelas, facultades y oficinas de la UNAM estaban dispersas en el bello centro histórico colonial de la ciudad de México, en la zona de los alrededores del hoy edificio de la SEP y a una o dos cuadras del Zócalo de la ciudad. Fue en el sexenio de Ávila Camacho cuando se expropiaron los terrenos del Pedregal de San Ángel (unos 25 kilómetros del centro) y en 1946 fueron entregados a la Universidad. Al terminar la construcción de CU, Alemán se mandó erigir un monumento de cuerpo entero a un costado del alto edificio de la rectoría. Los estudiantes le pusieron dinamita una de esas noches y los destruyeron y, aunque el gobierno ordenó ponerle una estructura metálica, fue tanto el odio a ese personaje, que después de una segunda ocasión, se ordenó quitarla para siempre.
3. Alemán fue funesto. Muchos amigos de Alemán, escribe Krauze, fuera y dentro del gobierno, se acogieron con gusto a la oferta de “pan” presidencial y se hicieron ricos gracias a las concesiones oficiales. Se creó una mentalidad monopólica y concesionaria. Un vendedor de automóviles lograba que el gobierno le comprara sus unidades de manera unilateral y sin competencia. Los funcionarios que poseían empresas lograban que el gobierno les comprara grandes partidas y los que no tenían empresas las fundaban para servir y surtir a sus ministerios. Un subdirector del IMSS estableció un negocio de medicinas. Si el gobierno anunciaba un proyecto de construcción, los funcionarios organizaban la compra de terrenos. Al terminar el sexenio muchos de los trinquetes y malos manejos aparecían publicados en libelos y folletos, pero sin que se siguiera juicio alguno. Así fue y así ha venido siendo hasta ahora, en los sexenios priístas y los de los panistas Fox y de Felipe Calderón.
4. De la misma manera cayó la estructura monumental que el gobierno campechano de Echeverría Castellot levantó a López Portillo en la avenida que conecta a las murallas cercanas al mercado de la ciudad de Campeche con la carretera Mérida/México, como agradecimiento a los “favores recibidos”. Los humildes campechanos no resistieran la afrenta de tener en su ciudad la estructura erecta de un personaje (López Portillo) que también fue el más corrupto y despilfarrador de su tiempo. En su sexenio (1976/82) aprovechó la gran producción del petróleo y sus altos precios para destapar una gran dilapidación de los miles de millones de dólares, producto de la venta de ese recurso no renovable, para gastarlo en grandes obras suntuosas y fracasadas. Al final, con la caída de los precios, llevó al país a la gran crisis 1981/82 que tanto dañó la economía y la vida de la población. Al concluir su gobierno se destaparon grandes propiedades del JLP. Seguir leyendo
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