miércoles, 21 de noviembre de 2007

Sigue enhiesto el obradorismo


Julio Pomar (especial para ARGENPRESS.info)

Para quienes suponen que está en decadencia, si no es que muerta, la figura de Andrés Manuel López Obrador, como el líder popular más importante que haya existido en el México de todos los tiempos, la gigantesca concentración del domingo 18 en el Zócalo capitalino es la mejor refutación a esa interesada visión. Esta percepción está básicamente sustentada en hablillas baratas y pedestres interpretaciones sobre las evidentes diferencias que se dan en el seno del partido del sol azteca (PRD) y en las filas del Frente Amplio Progresista (FAP), que son divergencias que no llegan a la ruptura, pero que los plumíferos y vociferadores del micrófono a sueldo de los poderes fácticos y del gobierno de la derecha se empeñan en dar como ciertas y, por supuesto, las magnifican. Están éstos ejerciendo su derecho a la sopa, pues.

La asamblea de la Convención Nacional Democrática (CND) volvió a repletar la gran Plaza de la Constitución, hasta las calles aledañas. A un año de creada la CND, ésta muestra un vigor y una presencia que se hicieron notar hasta en algunas notas y fotos de prensa, no así en los noticieros del duopolio televisivo, a los que ahora se les ha agregado el ratonero del canal 28, propiedad del abusivo comprador del diario Excelsior, Olegario Vázquez Raña, el empresario favorito de Marta Sahagún de Fox. El movimiento obradorista se mantiene vivo, candente, enhiesto.

Tan está fuerte el movimiento, que el mismo domingo la Mitra Metropolitana, esa especie de tribunal inquisitorial de la iglesia católica de aquí, se permitió la provocación de tañer durante más de 10 minutos las campanas de catedral, cuando estaba en pleno curso el mitin-asamblea obradorista a unos pasos de allí, con lo que pretendía acallar la asamblea popular, lo cual sospechosamente provocó un zipizape de obradoristas que se introdujeron a catedral para reclamar el campaneo soliviantador. Esta provocación, cuando hablaba la luchadora social Rosario Ibarra de Piedra, generó en ella estas palabras: “Bueno, esperemos que las campanas sean para saludar a esta convención y no para que nos quieran callar”, ante lo cual las campanas curiosamente enmudecieron de inmediato. Los campaneros resultaron campaneados.
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