jueves, 10 de enero de 2008

Mañana hambre, ahora ruina de los campesinos



Magdalena Galindo

Desde que se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se sabía que los 14 años de gracia que ahí se establecían para la eliminación de gravámenes a algunos productos del campo, como el maíz, el frijol, el azúcar y la leche, no significaban sino el aplazamiento del problema; pues las diferencias entre el campo mexicano y la producción agrícola de Canadá y sobre todo de Estados Unidos, que es el más determinante para nosotros, son de carácter estructural. Para decirlo de manera muy breve, la principal diferencia es de capital, mientras la producción en Estados Unidos se realiza en grandes extensiones de tierra y con fuertes inversiones en maquinaria agrícola, en México se efectúa en pequeñas parcelas, por campesinos empobrecidos que no disponen de maquinaria ni de créditos para financiarse.

El resultado es una diferencia impresionante de productividad: mientras en México se generan 2.5 toneladas de maíz por hectárea, en Estados Unidos el promedio es de 8.4 y en Canadá de 7.2; en frijol, aquí el promedio es de 635 kilogramos por hectárea, en Estados Unidos de mil 859 y en Canadá de mil 822.

La otra diferencia fundamental es que mientras Estados Unidos es el país que otorga los subsidios más altos del mundo al sector agrícola, en México prácticamente se han eliminado los subsidios al campo. Así, en el maíz, por ejemplo, se calcula que los agricultores estadounidenses reciben alrededor del 50 por ciento del precio de producción en subsidio, mientras los campesinos mexicanos apenas perciben el 5 por ciento. Seguir leyendo

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