Los 13 millones de ciudadanos dispuestos a rebelarse por los resultados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, favorables a Felipe de Jesús Calderón Hinojosa -a pesar de las graves irregularidades que a su juicio cometió el entonces presidente Vicente Fox Quesada- fueron o aún son peligrosamente demasiados.
El gravísimo dato que aquí ponderamos en Calidad de las elecciones (18-X-06), me lo refrescó Fraude: México 2006, en la función del miércoles 28, de dos por uno, para percibir reacciones cercanas a los estratos sociales que fueron la columna vertebral del reclamo ciudadano más vasto, diverso y persistente que se recuerde.
En la entrevista que Luis Mandoki le hace a Andrés Manuel López Obrador, de la que se omite la mayor parte de las preguntas para dar paso a un relato que da pies y cabeza al taquillero documental que ha sido sometido a múltiples presiones comerciales y censuras televisivas y radiofónicas, es notable que el único momento en que al tabasqueño le gana la emoción y se le apaga la voz es cuando narra la disposición de muchos seguidores a acompañarlo hasta dónde él lo indicara, sin reparar en consecuencias.
La respuesta no deja lugar a ninguna duda. Se puede ser radical, y a veces mucho, sin el empleo de la violencia. Antes, López Obrador pone como su paradigma a Salvador Allende Gossens.
Lo anterior es sumamente ilustrativo en un país donde la rica tradición de lucha guerrillera lleva a confundir la naturaleza armada de los grupos con la sustancia de sus planteamientos. Ha hacerlos equivalentes. Y como se ha demostrado existen guerrillas reformistas.
José Agustín Ortiz Pinchetti y El señor López explican como propósito de los campamentos de Madero, Juárez y Reforma el de liberar energía y descontento sociales, acumulados hasta niveles que empezaban a tocar la frontera de la confrontación, para que no estallara la olla exprés en que la pareja presidencial, los poderes fácticos y el Partido Acción Nacional, con asesoría de españoles y estadunidenses, convirtieron al país.
A los autores del inclemente linchamiento mediático, así como a sus afamados y desprestigiados empleados del micrófono y de la tecla, emprendido contra la resistencia civil, no les importó tomar en cuenta que ellos eran beneficiarios de que se abrieran cauces a la irritación ciudadana. Seguir leyendo
El gravísimo dato que aquí ponderamos en Calidad de las elecciones (18-X-06), me lo refrescó Fraude: México 2006, en la función del miércoles 28, de dos por uno, para percibir reacciones cercanas a los estratos sociales que fueron la columna vertebral del reclamo ciudadano más vasto, diverso y persistente que se recuerde.
En la entrevista que Luis Mandoki le hace a Andrés Manuel López Obrador, de la que se omite la mayor parte de las preguntas para dar paso a un relato que da pies y cabeza al taquillero documental que ha sido sometido a múltiples presiones comerciales y censuras televisivas y radiofónicas, es notable que el único momento en que al tabasqueño le gana la emoción y se le apaga la voz es cuando narra la disposición de muchos seguidores a acompañarlo hasta dónde él lo indicara, sin reparar en consecuencias.
La respuesta no deja lugar a ninguna duda. Se puede ser radical, y a veces mucho, sin el empleo de la violencia. Antes, López Obrador pone como su paradigma a Salvador Allende Gossens.
Lo anterior es sumamente ilustrativo en un país donde la rica tradición de lucha guerrillera lleva a confundir la naturaleza armada de los grupos con la sustancia de sus planteamientos. Ha hacerlos equivalentes. Y como se ha demostrado existen guerrillas reformistas.
José Agustín Ortiz Pinchetti y El señor López explican como propósito de los campamentos de Madero, Juárez y Reforma el de liberar energía y descontento sociales, acumulados hasta niveles que empezaban a tocar la frontera de la confrontación, para que no estallara la olla exprés en que la pareja presidencial, los poderes fácticos y el Partido Acción Nacional, con asesoría de españoles y estadunidenses, convirtieron al país.
A los autores del inclemente linchamiento mediático, así como a sus afamados y desprestigiados empleados del micrófono y de la tecla, emprendido contra la resistencia civil, no les importó tomar en cuenta que ellos eran beneficiarios de que se abrieran cauces a la irritación ciudadana. Seguir leyendo
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